Escribir te deja estacado en medio de ti mismo.
«Escribir no es normal. Lo normal y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo.»
Roberto Bolaño
Cada palabra puesta de una forma, cada sintaxis es una confesión personal, hilvanada por la biografía de cada escritor o escritora, por los autores recorridos, por las conversaciones sostenidas, por los paisajes leídos con la imaginación. En este espacio de encuentro entre el yo y la otredad, entre el sistema interno y el medio, es que se despliegan las razones de alguna escritura. Los motivos y pretensiones que hacen tomar un lápiz o abrir el bloc de notas del celular para plasmar una frágil idea, un transparente inquilino de puentes nerviosos e impulsos eléctricos escondidos bajo el cráneo.
Este oficio en mi pretende, de momento, suceder cómo sucede la organización del ataque en el medio campo, guiado por el central ofensivo del fútbol: recibir y distribuir las posibilidades de hacer un gol, entre volantes y delanteros. Concretar en cada texto un pase para un texto mejor elaborado, acumular la experiencia y fluidez del juego para ser más efectivo en comunicar lo pensado, en hacer los goles con mayor facilidad. Abrir el espacio en la cancha individual para vitorear la belleza del movimiento en el deporte que hacemos todos. En la dialéctica entre el cuerpo y el espectador, entre el autor y el lector. Perdonen la oscuridad de mi homología, sobre todo a quienes desconocen el fútbol. Quiero decir con esto que para mí la escritura no es una expresión sublime, superior y elevada sobre los demás "incapaces" de entender "obras" que "superen" su "nivel de educación" o su desinterés por cuestiones tan "nobles". Para mi la escritura es una actividad presente en cada vida y momento de la humanidad, la diferencia es que aquí pongo palabras, en donde otros ponen las piernas.
Cómo viendo la ruta brillante de una babosa en el patio por la mañana, me detengo gustosamente a mirar las obras de mis amigos y desconocidos. Cada quien es portador de su propia escritura en las hojas de sus vidas, trazando sus rutas en el patio de su propia existencia. La literatura es la casa en donde invito a quienes aprecien esta manera particular de ser babosa. Esta manera particular de hacer goles.
En otro sentido, menos especulativo y abierto, pienso en la escritura de mis contemporáneas y contemporáneos. El sentimiento de época si bien es internamente diverso (me refiero a que las escrituras del norte, de la ciudad, del campo son diferentes entre sí), existen ciertas sensibilidades comunes, parecidos a un espíritu de época: el devenir hipercapitalista, las preocupaciones ambientales, el individualismo, las temáticas de género, las heridas transgeneracionales, la tecnología, el consumo de masas, entre varios otros matices que se mezclan. Esto igual sitúa, pienso, mi escritura en un contexto delimitado bajo las formas de estas inquietudes. Y en ocasiones al escribir he sido explícito sobre ellas, cayendo en la poca elegancia que esto suele suponer. Pero de la misma forma veo la emergencia de las estéticas juveniles o modernas, las cuales mezclan también estos elementos con poca “elegancia”, “espontáneas” o “despreocupadas” formando una fresca mezcolanza nacida de la acumulación de influencias globales, digitales, tecnológicas, minimalistas expresada en estas latitudes. Esta familiaridad, y gusto tambien, creo que es lo que habita en las manifestaciones artísticas contemporáneas de la juventud, que es el lugar desde donde puedo hablar, desconozco el debate en la crítica o teoría del arte y tal vez estoy hablando muy imprecisamente de algo que no manejo, pero aquí es una cuestión de opinión y la expreso bajo mis apreciaciones e intuición.
Deseo escribir hasta que el cuerpo me lo permita. Versos, prosa, ensayística, teatro, cualquier superficie que me permita deslizar un pensamiento, una intención, un misterio. No limito mis ganas de querer compartir con quien me regale tiempo para ser escuchado. Quiero jugar con las ocurrencias, conversar con mis queridos desconocidos. Al final creo que es como decía Omar Lara respecto a la poesía, pero que también pienso es adecuada para la literatura ¿Para qué sirve si no es para encontrarnos?.
Dejo un poema que hice hace unos años que gráfica medio en serio medio en metáfora lo que pensaba sobre la escritura:
Escribo para conversar
Escribo para conversar con la espera
Para saber que tan cerca estoy
Lejos de mí
El que lee
El que escribe
Asfixia una letra la siguiente
Un dedo sobre el anterior y el siguiente como tus ojos
Sobre puntos…
.
.
.
Suspensivos
Como gotas de una llave abierta
Como días cerrados de una ventana
Qué es escribir si no juntar la lluvia para hacer un lago
Un charco en comparación al mar
Un escupo en la mano
Que humedece la raíz de una idea para hacer metáforas
Nidos de pájaros en construcción
La caída de un árbol que nadie escucha
El silencio tras la muerte en su corteza.
Esto de escribir dicen los comunicólogos esto de escribir esto
No dirá en unos años nada dicen
Y les digo que no
Si se lee con atención encontrará nada
Más que nada es más nada de lo que dicen
Es más que esto: Nada.
Las palabras nunca aciertan
Nunca son lo mejor para estar desnudos
Pero algo dirán hacia adentro si hago esto hacia afuera
Es porque me arropo de algo que los comunicólogos dicen
Que no dice. Como metáforas
Como el bosque en silencio
Como el árbol con ruido
Como las gotas de estas letras
Cayendo suspensivamente
En el mente.
Entonces
Si escribo es una incógnita (X)
Para conversar contigo de tú a tú a veces yo
De tu A B Cs
Yo
Una contradicción dirán: No escribe para Si
¿Escribe o describe?
Eso se los dejo a los comunicólogos
Yo
Escribo para conversar conXigo
Escribo para conversar con la espera.
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